La oración. Si la limosna era
apertura al otro, la oración es apertura a Dios. Sin oración, tanto el ayuno
como la limosna no se sostendrían; caerían por su propio peso. En la oración,
Dios va cambiando nuestro corazón, lo hace más limpio, más comprensivo, más
generoso...en una palabra, va transformando nuestras actitudes negativas y
creando en nosotros un corazón nuevo y lleno de caridad. La oración es
generadora de amor. La oración me induce a conversión interior. La oración es
vigorosa promotora de la acción, es decir, me lleva a hacer obras buenas por
Dios y por el prójimo. En la oración recobramos la fuerza para salir
victoriosos de las asechanzas y tentaciones del mundo y del demonio. Cuaresma,
pues, tiempo fuerte de oración.
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