Ayuno no solo de comida y bebida,
que también será agradable a Dios, pues nos servirá para templar nuestro cuerpo,
a veces tan caprichoso y tan regalado, y hacerlo fuerte y pueda así acompañar
al alma en la lucha contra los enemigos de siempre: el mundo, el demonio y
nuestras propias pasiones desordenadas. Ayuno y abstinencia, sobre todo, de
nuestros egoísmos, vanidades, orgullos, odios, perezas, murmuraciones, deseos
malos, venganzas, impurezas, iras, envidias, rencores, injusticias, insensibilidad
ante las miserias del prójimo. Ayuno y abstinencia, incluso, de cosas buenas y
legítimas para reparar nuestros pecados y ofrecerle a Dios un pequeño
sacrificio y un acto de amor; por ejemplo, ayuno de televisión, de diversiones,
de cine, de bailes durante este tiempo de cuaresma. Ayuno y abstinencia, también,
de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos; ayuno
aquí significará renunciar a todo lo que alimenta nuestra tendencia a la
curiosidad, a la sensualidad, a la disipación de los sentidos, a la
superficialidad de vida. Este tipo de ayuno es más meritorio a los ojos de Dios
y nos requerirá mucho más esfuerzo, más dominio de nosotros mismos, más amor y
voluntad de nuestra parte.
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