jueves, 28 de febrero de 2013
LA ORACIÓN: ENCUENTRO CON DIOS Y VIDA PARA EL ALMA
La oración. Si la limosna era
apertura al otro, la oración es apertura a Dios. Sin oración, tanto el ayuno
como la limosna no se sostendrían; caerían por su propio peso. En la oración,
Dios va cambiando nuestro corazón, lo hace más limpio, más comprensivo, más
generoso...en una palabra, va transformando nuestras actitudes negativas y
creando en nosotros un corazón nuevo y lleno de caridad. La oración es
generadora de amor. La oración me induce a conversión interior. La oración es
vigorosa promotora de la acción, es decir, me lleva a hacer obras buenas por
Dios y por el prójimo. En la oración recobramos la fuerza para salir
victoriosos de las asechanzas y tentaciones del mundo y del demonio. Cuaresma,
pues, tiempo fuerte de oración.
LA LIMOSNA
Limosna, dijimos. No sólo la
limosna material, pecuniaria: unas cuantas monedas que damos a un pobre mendigo
en la esquina. La limosna tiene que ir más allá: prestar ayuda a quien necesita,
enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que nos lo pide, compartir alegrías,
repartir sonrisa, ofrecer nuestro perdón a quien nos ha ofendido. La limosna es
esa disponibilidad a compartir todo, la prontitud a darse a sí mismos. Significa
la actitud de apertura y la caridad hacia el otro. Recordemos aquí a san Pablo:
“Si repartiese toda mi hacienda...no teniendo caridad, nada me aprovecha” (1
Corintios 13, 3). También san Agustín es muy elocuente cuando escribe: “Si
extiendes la mano para dar, pero no tienes misericordia en el corazón, no has
hecho nada; en cambio, si tienes misericordia en el corazón, aún cuando no
tuvieses nada que dar con tu mano, Dios acepta tu limosna”.
EL AYUNO
Ayuno no solo de comida y bebida,
que también será agradable a Dios, pues nos servirá para templar nuestro cuerpo,
a veces tan caprichoso y tan regalado, y hacerlo fuerte y pueda así acompañar
al alma en la lucha contra los enemigos de siempre: el mundo, el demonio y
nuestras propias pasiones desordenadas. Ayuno y abstinencia, sobre todo, de
nuestros egoísmos, vanidades, orgullos, odios, perezas, murmuraciones, deseos
malos, venganzas, impurezas, iras, envidias, rencores, injusticias, insensibilidad
ante las miserias del prójimo. Ayuno y abstinencia, incluso, de cosas buenas y
legítimas para reparar nuestros pecados y ofrecerle a Dios un pequeño
sacrificio y un acto de amor; por ejemplo, ayuno de televisión, de diversiones,
de cine, de bailes durante este tiempo de cuaresma. Ayuno y abstinencia, también,
de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos; ayuno
aquí significará renunciar a todo lo que alimenta nuestra tendencia a la
curiosidad, a la sensualidad, a la disipación de los sentidos, a la
superficialidad de vida. Este tipo de ayuno es más meritorio a los ojos de Dios
y nos requerirá mucho más esfuerzo, más dominio de nosotros mismos, más amor y
voluntad de nuestra parte.
CUARESMA: TIEMPO DE ESCUCHA PARA RECREAR LA VIDA CON LA PALABRA DE DIOS
LA CUARESMA
El tiempo de la Cuaresma rememora
los cuarenta años que el pueblo de Israel pasó en el desierto mientras se
encaminaba hacia la tierra prometida, con todo lo que implicó de fatiga, lucha,
hambre, sed y cansancio...pero al fin el pueblo elegido gozó de esa tierra
maravillosa, que destilaba miel y frutos suculentos (Éxodo 16 y siguientes).
La Cuaresma ha sido, es y será un
tiempo favorable para convertirnos y volver a Dios Padre lleno de misericordia,
si es que nos hubiéramos alejado de Él, como aquel hijo pródigo (Lucas 15, 11-32)
que se fue de la casa del padre y le ofendió con una vida indigna y
desenfrenada. Esta conversión se logra mediante una buena confesión de nuestros
pecados. Dios siempre tiene las puertas de casa abiertas de par en par, y su
corazón se le rompe en pedazos mientras no comparta con nosotros su amor hecho
perdón generoso. ¡Ojalá fueran muchos los pecadores que valientemente volvieran
a Dios en esta Cuaresma para que una vez más experimentaran el calor y el
cariño de su Padre Dios!
Si tenemos la gracia de seguir
felices en la casa paterna como hijos y amigos de Dios, la Cuaresma será
entonces un tiempo apropiado para purificarnos de nuestras faltas y pecados
pasados y presentes que han herido el amor de ese Dios Padre; esta purificación
la lograremos mediante unas prácticas recomendadas por nuestra madre Iglesia; así
llegaremos preparados y limpios interiormente para vivir espiritualmente la
Semana Santa, con todo la profundidad, veneración y respeto que merece. Estas
prácticas son el ayuno, la oración y la limosna.
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