"Rosas de sangre han florecido, revive en tu cuerpo la Pasión, Francisco de amor estás herido las manos, los pies, el corazón".Muchas veces hemos entonado este canto, ¿Cuántas veces hemos sentido lo mismo que sintió Francisco por el hermano, por Cristo? que nuestro canto se vuelva oración.
El mandamiento que nos dejó Jesús es “amarnos mutuamente, como él nos amó”. Es este el camino de los cristianos, el camino del amor. Pero nada más difícil que amar de verdad.
Cuando escuchamos la palabra amor, muchas veces decimos cosas que no encajan en la propuesta cristiana de amarnos. Para entender lo que Jesús nos pide debemos primero entender como es que él nos ha amado. También surge el dilema: existen muchos tipos de amor o formas de amar. Pero algo sí es seguro: TODOS POSEEMOS UNA GRAN CAPACIDAD DE AMAR.
El ser humano está dotado de muchas cualidades que le hacen un ser excepcional. No podemos confundir el amor con un sentimiento. Se trata de algo más, no es sencillamente algo que nos sucede o envuelve solo porque sí. El amor es un acto de la voluntad. Uno decide amar. La decisión parte de tener opciones entre la cuales podemos optar. En el proceso de decisión utilizamos nuestra inteligencia para evaluar los beneficios o contrariedades, buscamos lo mejor, pero al fin y al cabo, se trata de una decisión de la voluntad. Es la voluntad la que da el último paso en nuestra vida, con la buena intención no basta, hay que hacerla concreta. Tampoco se trata de voluntarismo, de hacerlo solo porque me da la gana. Nuestra decisión de amor debe ir en concordancia con nuestro proyecto de vida o con los valores que orientan nuestra vida y la de la comunidad.
Sólo el ser humano es capaz de amar, por su capacidad de razonar y de decidir. Sólo el hombre y la mujer que logran ver a otra persona como “realmente Otra” (y no como una proyección de sus deseos o pertenencias) logran llegar a aquel misterio que llamamos amor. Se trate de una relación entre sujetos.
Amamos porque nuestro origen fue el amor.
Todos los otros tipos de amor (de hijos, amigos, parejas) nacen de la realidad del amor divino que ha dejado su huella entre nosotros. Amamos porque él nos amó primero (1 Juan 4, 19)
En la biblia encontramos una gran cantidad de citas que nos hablan del amor, incluso del amor de parejas, por ejemplo, el Cantar de los cantares. Es más, toda la biblia debería ser leída en clave de amor. Del amor de Dios por la Humanidad. Del amor de Cristo por su Iglesia.
ASÍ PODREMOS DECIR COMO FRANCISCO: "Oh, mi Señor Jesucristo! Te suplico me concedas dos gracias antes de mi muerte. Una de ellas es que yo pueda sentir, tanto en el alma como en el cuerpo, los dolores que Tú, amantísimo Señor, padeciste por nosotros. Y la otra, que pueda experimentar en mi corazón aquel gran amor por los hombres que te impulsó a sacrificarte hasta el máximo por todos los seres"
El mandamiento que nos dejó Jesús es “amarnos mutuamente, como él nos amó”. Es este el camino de los cristianos, el camino del amor. Pero nada más difícil que amar de verdad.
Cuando escuchamos la palabra amor, muchas veces decimos cosas que no encajan en la propuesta cristiana de amarnos. Para entender lo que Jesús nos pide debemos primero entender como es que él nos ha amado. También surge el dilema: existen muchos tipos de amor o formas de amar. Pero algo sí es seguro: TODOS POSEEMOS UNA GRAN CAPACIDAD DE AMAR.
El ser humano está dotado de muchas cualidades que le hacen un ser excepcional. No podemos confundir el amor con un sentimiento. Se trata de algo más, no es sencillamente algo que nos sucede o envuelve solo porque sí. El amor es un acto de la voluntad. Uno decide amar. La decisión parte de tener opciones entre la cuales podemos optar. En el proceso de decisión utilizamos nuestra inteligencia para evaluar los beneficios o contrariedades, buscamos lo mejor, pero al fin y al cabo, se trata de una decisión de la voluntad. Es la voluntad la que da el último paso en nuestra vida, con la buena intención no basta, hay que hacerla concreta. Tampoco se trata de voluntarismo, de hacerlo solo porque me da la gana. Nuestra decisión de amor debe ir en concordancia con nuestro proyecto de vida o con los valores que orientan nuestra vida y la de la comunidad.
Sólo el ser humano es capaz de amar, por su capacidad de razonar y de decidir. Sólo el hombre y la mujer que logran ver a otra persona como “realmente Otra” (y no como una proyección de sus deseos o pertenencias) logran llegar a aquel misterio que llamamos amor. Se trate de una relación entre sujetos.
Amamos porque nuestro origen fue el amor.
Todos los otros tipos de amor (de hijos, amigos, parejas) nacen de la realidad del amor divino que ha dejado su huella entre nosotros. Amamos porque él nos amó primero (1 Juan 4, 19)
En la biblia encontramos una gran cantidad de citas que nos hablan del amor, incluso del amor de parejas, por ejemplo, el Cantar de los cantares. Es más, toda la biblia debería ser leída en clave de amor. Del amor de Dios por la Humanidad. Del amor de Cristo por su Iglesia.
ASÍ PODREMOS DECIR COMO FRANCISCO: "Oh, mi Señor Jesucristo! Te suplico me concedas dos gracias antes de mi muerte. Una de ellas es que yo pueda sentir, tanto en el alma como en el cuerpo, los dolores que Tú, amantísimo Señor, padeciste por nosotros. Y la otra, que pueda experimentar en mi corazón aquel gran amor por los hombres que te impulsó a sacrificarte hasta el máximo por todos los seres"
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